lunes, 29 de diciembre de 2014

Hamlet, de Shakespeare. Comentario de Rosa López

El psicoanálisis es tributario de la literatura. Y Freud, en uno de sus más conocidos libros, La interpretación de los sueños, menciona sus dos grandes preferencias literarias: Edipo Rey de Sófocles, y Hamlet de Shakespeare. Se queja de cómo el héroe moderno ha perdido fuerza, se ha debilitado. Frente al héroe trágico antiguo, que actúa, el héroe moderno se muestra dubitativo. Es una diferencia notable que hay que destacar. Y digo que el psicoanálisis es tributario de la literatura porque ésta viene a ilustrar lo esencial de la condición humana de una manera muy lograda.

Podríamos decir que Edipo es el paradigma del sujeto del inconsciente porque no sabe, actúa sin saber. Cumple un deseo, matar al padre y gozar de la madre, pero no sabe. Por eso es el paradigma del inconsciente: él no sabía. Mientras que Hamlet sabe sin actuar. Sabe quién ha matado al padre; sabe acerca del lecho incestuoso y repugnante donde la madre se acuesta con Claudio; respecto a las mujeres, el padre hace caer todos los ideales; en definitiva, Hamlet no se puede fiar de nadie, ni siquiera de su tío. Sabe la verdad que se esconde detrás de todas esas figuras, que habían representado diferentes ideales, y no puede actuar.

El gran enigma es lo que detiene a Hamlet a la hora de actuar, cuando es un tipo que puede matar, pues envía a la muerte a Rosencrantz y Guildestern, mata a Polonio, etc., pero no puede llevar a cabo la venganza. Freud decía que no puede actuar por lo mismo que Gustavo Tambascio planteó, porque inconscientemente hubiera hecho lo mismo, es decir, matar al padre para gozar de la madre, que es la interpretación freudiana clásica.

Lacan le da otro tono a la cuestión. Pasó medio seminario hablando de Hamlet, dándole vueltas, para ofrecer otra lectura que no niega la de Freud, sino que se añade a ella. Lo que plantea Lacan es que Hamlet no puede actuar porque ha perdido el norte de su propio deseo. Es como si ese sujeto –al que de pronto se le desvela la verdad que hay detrás de todas las pantallas— perdiera el deseo. Y sin el deseo no se puede actuar. Por ejemplo, cae su objeto de deseo, Ofelia, y cae hasta el nivel de la degradación. Hamlet, entonces, sin el objeto de su deseo, no puede actuar. Este sería un matiz de Lacan con respecto a Freud.

Por otro lado, algo muy importante respecto a la madre. Lacan plantea que Hamlet no está capturado por el deseo incestuoso que se siente hacia la madre, sino que está perplejo por el deseo “de” la madre, no por el deseo “por” la madre. Hay un cambio de preposición en el enunciado. Es decir, su perplejidad consiste en no entender cómo esa mujer, Gertrudis, no lleva a cabo ningún duelo, sino que pasa de un hombre a otro, incapaz de distinguir entre un objeto digno y maravilloso como era el padre y un objeto repugnante y necio como Claudio, tío de Hamlet. Incluso Lacan plantea que la madre de Hamlet es una concha abierta, en el sentido argentino del término. Es decir, le vale cualquier hombre. Podríamos hablar del deseo sin ley de la madre, un deseo sin regulación posible, sin orden ni concierto, el que sitúa a Hamlet en un estado absoluto de estupefacción. Y después de esto no sabe como rearmar la escena del mundo.


Rosa López

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